No
soy.
No
soy lo que muestra el espejo pero tampoco lo que ocultan mis manos.
No soy mis manos ni mis oídos.
No
soy la marioneta que acepta sin chistar.
No
soy la caprichosa que acecha cualquier nobleza.
No
soy vos, no soy yo,
no soy malicia, no soy bondad.
No soy esto que escribo.
No
soy ni quiero ser siempre la misma,
me
niego,
rechazo rotundamente
saberme en el mismo lugar
cuando pasen los años y descubra
que
pasó el ocaso
y no pueda sufrir más nada que merezca la pena.
No soy.
No
soy una pesadilla en la mitad de la madrugada.
No
soy un sueño sin fin,
porque, ¿qué mierda es un sueño sin un fin?,
explicame.
No
soy mis películas, ni mis libros, ni mis remeras,
ni mi escote,
ni
mis medias, ni mi insomnio,
ni mis comparaciones amor-odiosas,
ni
mi rabia, ni mi risa,
ni mi voz,
ni
mis cambios de cambios de carrera,
ni
los cientos y cientos de minutos que desperdicié,
ni
la catarata de mierda que padecí
que
tampoco es tanta,
que
apenas es mierda.
No soy todos mis ni,
ni siquiera estos.
No
soy quién para extrañarte,
no
soy nadie,
no soy lo
que mis zapatos no comprenden.
No
soy mi sombra ni mis recuerdos, ni la sirena del patrullero
que
me caga a palos en los recitales,
ni
el abismo que existe entre tu pensamiento y el mío,
ni
el invierno ni el verano,
ni
el mate
ni
las tortafritas,
ni
la noche y el día,
ni
tu mano en la mía.
No soy todos los cuentos que no puedo escribir,
ni los poemas que no nacen,
por detallista,
por superficial,
por escueta.
No
soy todo el vocabulario que no tengo
ni el que pueda tener,
ni los diccionarios de la maldita escuela literaria.
No soy la misma mina que una vez huyó de sí misma
y
corrió tan lejos que se olvidó
de
lo que se estaba escapando.
No
soy mis tweets, ni mis publicaciones,
ni
los comentarios de,
ni
la opinión.
No
soy ni volveré a ser sobre mis pasos cuando tenga miedo,
ni
seré valiente o cobarde.
No
soy ni estoy perdida, amén de todos mis nortes.
No
soy la silueta de un suspiro en mi cuaderno de viaje,
ni
las rutas recorridas, ni el alcohol, ni la música,
ni
las fotos que mandé y me mandaron,
ni
los sí o los no que vomité y me vomitaron,
ni
la molicie de siempre.
No
soy los gritos de mi vieja,
ni
el silencio de mi viejo,
ni
la indiferencia de mi hermano,
ni
el amor eterno de todos ellos.
No
soy mis años de militancia,
ni
el calor de una marcha,
ni
las discusiones, ni los acuerdos.
No
soy un panfleto
ni
una novela desordenada.
No
soy más que vos pero sí más que yo
cuando
respiro agitada,
cuando
tengo razón.
No soy ninguna de mis metáforas de porquería.
No
soy todos ustedes
ni
me defino por oposición.
Soy
el mensaje borroneado de libertad que quiero ver en el mundo,
soy
la risa de un pibe que un día no tuvo hambre en el subte,
soy
la lucha inagotable porque no tenga hambre nunca más.
Soy
las noches en vela desmenuzando mi porvenir,
cuando
entiendo que hacer es ser y nada más.
Soy
lo que digo, lo que no leen,
lo
que quiero decir y vivir.
Soy
toda la confusión de este texto
que
mezcla existencia metafísica con lugares comunes,
sumando fracasos por insuficiente,
por pobre.
Soy
un ser que a veces no es,
aunque siempre está siendo.
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