miércoles, 11 de enero de 2017

En Instagram tomás mate

 Te he visto. En Instagram tomás mate. Elegís mayormente ese efecto blanco y negro que queda bien con cualquier foto, procurás que se aprecie siempre algún objeto medio hippie de la casa, ya sea un posa pava con forma de Mandala, un cuadro de los Beatles, un termo de El principito, los cuadernos de la facultad, bien grandes y coloridos. Incluso tu gato. Sí, él acompaña bastante bien ese paisaje. En Instagram tomás mate y yo me pregunto si en la vida real lo tomás igual. Digo, si ese instante de calma transmitido es realmente la sensación que trae a tu boca la pausa, el sillón, los pies estirados sobre la mesa. Hay una del año pasado en la que, supongo accidentalmente, dejás ver una tanga que cuelga solitaria en la manija de la ventana. Lo cuento porque recuerdo que me pregunté: "¿Está mojada? ¿Por qué la cuelga a secar ahí y no en el tender?"; entonces entendí que no sé muchas cosas de tu vida. Pero sí sé que te sentás medio torcida en el bondi porque en las selfies siempre sale la mitad de tu cara, que no te gusta la lluvia porque cuando la grabás en los videos se escucha tu voz puteando. Una voz chillona, detestable, que genera un efecto inexplicablemente hipnótico en todos mis sentidos. ¿Sabés qué más sé? Que vos sos como todas, pero no querés serlo. Algo dentro tuyo te empuja a buscar diferenciarte en pequeñas cosas, como con screenshots en textos de libros que nadie leyó, aunque tal vez nunca terminaste de leerlos, o en escuchar bandas que nadie conoce, o en contar constantemente que estás aburrida donde todos se divierten. Para los últimos dos cumpleaños de tu mamá subiste la misma foto con un filtro distinto. El texto era más o menos el mismo: "gracias por estar siempre al pie del cañón, sos mi heroína" y algún que otro emoji. Claro que para los aniversarios (¿es que así se llaman cuando es algo trágico?) de la muerte de tu tía nunca es la misma imagen. Ella se mató con pastillas y whisky cuando la dejó el marido, o eso me contó un compañero de trabajo que algo sabe porque es amigo de tu cuñado. Para ella las palabras siempre son distintas, así como el efecto visual, así como la materialización del dolor que parece salirse de la pantalla y agujerearme el pecho, expulsando de la primera persona del singular más visceral una necesidad latente de abrazarte, acompañarte, existir. Qué trillado empatizar virtualmente: compartir, corazonear, citar, nunca un amar, amarte, amarse. Al alcance de un click nos comprometemos con un otro que se licúa en la cantidad de información que pasa y crece y se deforma día tras día, segundo a segundo.
 Constanza, Coni, Conita, Conu, o cualquier otro apodo de mierda que te pongan tus compañeras de la facultad: yo estaría perdidamente enamorado de vos, si tan solo le pusieras un poquito de azúcar. Si tan solo te conociera.

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